Los Estados Generales de los Países Bajos decidieron fusionar varias compañías menores y crear la Compañía de las Indias Orientales en 1602, la que ejercería el monopolio sobre los pasos de Buena Esperanza y el estrecho de Magallanes para los navegantes flamencos.
Los éxitos conseguidos por la compañía monopólica del estado holandés empujaron a otros navegantes y mercaderes a salir rumbo a las Indias. Es así como Isaac Le Maire, un rico mercader del puerto holandés de Hoorn y conocedor de los rumores acerca de la existencia de un tercer paso hacia las Indias, decidió investigar estos dichos. Asimismo, en 1621 se formó la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, ante la pléyade de navegantes holandeses y como estrategia en la guerra contra España.
Con anterioridad al establecimiento de esta compañía, numerosas operaciones independientes y sin ninguna coordinación entre ellas, fueron llevadas a cabo por aventureros holandeses que penetraron al Caribe, comerciaron en las costas de Brasil, incursionaron en las costas chilenas y alcanzaron el litoral peruano para después navegar hacia el poniente, hasta las Filipinas.
Así desarrollaron un comercio triangular muy rentable: textiles y manufacturas desde Europa a África, donde se les intercambiaba por esclavos, que eran transportados al Caribe y a Brasil (Curacao), lugares desde donde los productos de las plantaciones eran embarcados hacia Europa.
Los holandeses tienen el mérito de descubrir el territorio insular más austral del continente y el segundo paso interoceánico.
La toponimia legada es el recuerdo de sus audaces descubridores: Islas Terhalten, Evout, Barnevelt, Hermite, de los Estados; Bahías Nassau, Orange, Windhond, Schapenham y San Valentín; Paso Goeree, Estrecho de Le Maire y Cabo de Hornos.
Una vez que se produjeron los descubrimientos y hallazgos de los primeros navegantes hacia el Mar del Sur, tuvo lugar una segunda etapa en la afluencia de las naves europeas. Ésta precedió a las exclusivas expediciones científicas y permitió afianzar dicha ruta como vía de comunicación, de comercio, búsqueda de riquezas y piratería.
Los ambiciosos navegantes de este período fueron un gran aporte a la exploración y los descubrimientos que cimentaron las bases del auge de la navegación comercial en siglos posteriores.
Sin perjuicio de ello, valgan aquí algunas defines respecto a quienes navegaban por los mares del Sur. En primer lugar identificaremos a Piratas y Corsarios.
Los primeros eran bandidos del mar, meros asaltantes fuera de la ley que caían inevitablemente sobre toda presa que pudiese proporcionarles botín para vender como mercancía propia en puertos cómplices o simplemente desprevenidos.
Los segundos eran combatientes con una misión fijada para un gobierno, una comisión o patente de corso, que los habilitaba a hostilizar a poblaciones y navíos enemigos en el contexto de una guerra declarada o encubierta, y a cobrarse sus servicios con la venta del botín o el rescate de las presas, y gozaban por ello de un status igual al de prisioneros de guerra en caso de ser capturados, o podían apelar al auxilio o a la colaboración de puertos aliados o neutrales.
Por supuesto, pasar de una a otra condición distaba sólo un paso. También encontramos a los Bucaneros: que eran piratas que en los siglos XVII y XVIII se dedicaban al saqueo de las posesiones españolas en ultramar. El término buccaneer se debía a su costumbre de atacar por sorpresa y robar el ganado que los españoles abandonaban en las Antillas cuando secaban y ahumaban la carne sobre parrillas, llamadas en francés boucan. En su mayoría se trataba de franceses, ingleses y holandeses.
Finalmente, están los Filibusteros: también piratas, que por el siglo XVII formaron parte de los grupos que infestaron el mar de las Antillas. La etimología de este término puede derivarse de freebooter, o sea “merodeador”, o tal vez de flyboater, patrón del flyboat, es decir, del “barco volador”, llamado así por su rapidez de movimientos.
Debido a las prohibiciones que estableció la Corona española a los Estados europeos para desarrollar un intercambio con las colonias americanas y ante el afán de comercio de dichos países, se produjo la afluencia de estos tipos de navegantes, siempre en rutas de posesión española y de otras naciones.
No puedo dejar de contarte que al mismo tiempo que los dominios españoles se expandían en América, extendiéndose las exploraciones terrestres desde el centro del Continente hacia el Sur, los navegantes fueron abriendo rutas e ideas en torno al extremo austral.
Así, ya apropiados de la zona central de Chile, fue necesario consolidar el territorio meridional para España.
Por ello, en el año 1539, el Rey Carlos V, declaró Gobernador de la Tierra del Fuego e islas adyacentes a Pedro Sancho de la Hoz. Éste nunca llegó a concretizar su cargo en el Sur, razón por la cual se asoció luego con Pedro de Valdivia.
Ante la temprana muerte de Valdivia, Jerónimo de Alderete, quien tramitaba en España la mencionada concesión, fue nombrado Gobernador en 1555. Sin embargo, Alderete también falleció temprano, pasando entonces el título, en 1557, a García Hurtado de Mendoza. Éste comandó a Juan Ladrillero para que tomara posesión de las tierras del Estrecho. Zarpando desde Chile (Valdivia) e ingresando desde el Oeste, en 1558 Ladrillero llegó al Estrecho de Magallanes, tomando posesión de éste y sus territorios adyacentes.
Desde entonces todos los gobernadores y capitanes generales que sucedieron a Mendoza en el territorio chileno, incluían en su jurisdicción a las islas fueguinas. Así, por ejemplo, el recordado cronista Alonso de Ovalle las describe incorporándolas en su mapa del Reino de Chile de 1646. Casi doscientos años después, en 1843, desde la isla de Chiloé, en el pueblo de Ancud, zarpa la goleta del mismo nombre, bajo el mando del Capitán Juan Williams R. El día 21 de septiembre del mencionado año, éste toma posesión del Estrecho de Magallanes y la Tierra del Fuego hasta el cabo de Hornos, para la República de Chile.
En el año 1843, siendo ya Punta Arenas territorio chileno bajo el gobierno del Presidente Manuel Bulnes, se determina trasladar colonos desde la Isla de Chiloé a estas tierras, ya que estaban más adaptados al clima frío, para que ellos se establecieran en la zona. Llegaron alrededor de 20 personas entre soldados y familias, trayendo consigo diversos animales. Construyeron sus viviendas y levantaron un fuerte militar, al que se llamó Manuel Bulnes. Actualmente se le conoce como Fuerte Bulnes. La primera instalación del Fuerte duró 5 años, desde 1843 a 1848.
Debido a las condiciones climáticas, la poca vegetación, las condiciones del mar y la falta de agua potable en las cercanías, como también la falta de resguardo para los animales, y el hecho de la población había aumentado, lo que reducía el espacio, para el año 1848 el Gobernador José de los Santos Mardones, descubre un camino hacia el norte y decide con otros expedicionarios trazar un camino y envía gente para que se establezca en lo que ahora es la ciudad de Punta Arenas, distante a 60 km. al Norte de Fuerte Bulnes. En 1851, Punta Arenas no era más que una incipiente colonia penal, bajo el mando de Benjamín Muñoz Gamero, capitán de fragata de la Armada de Chile.
A pesar de estar en comisión militar, Muñoz Gamero fue un visionario, porque se convirtió en el gran impulsor de la ganadería ovina de esta ciudad austral. Ese año, solicitó el despacho de un centenar de ovejas para dar inicio al proceso de reproducción, como base de la industria lanera magallánica. El viejo y mítico Fuerte Bulnes, es una empalizada con piezas de artillería de alcance medio, fue protagonista de una de los desastres más dantescos que ha vivido una ciudad chilena luego de la colonización española. Como desastre, es sólo comparable al llamado "Levantamiento de las siete ciudades", que redujo a escombros Tucapel, Purén y Valdivia -entre otras ciudadelas- en plena conquista. La política de Santiago era hacer de Punta Arenas una plaza fuerte, pero también una plaza de rendención para quienes hubiesen cometido faltas.
En esa época, los levantamientos políticos eran frecuentes. De hecho, ese mismo año las tropas del sur se levantaron en contra del electo Presidente Manuel Montt. Muchos oficiales y soldados que protagonizaron estos hechos fueron confinados a Punta Arenas, entre ellos Teniente de Artillería del ejército, Miguel José Cambiazo. Eran tiempos turbulentos, la colonia era un verdadero barril de pólvora, tanto por la dureza de la vida austral, como por el elemento humano que albergaba.
A la destinación de Cambiazo se sumó el destierro a Punta Arenas de siete sargentos que habían participado en el motín del Regimiento de Infantería de Línea "Valdivia", en Santiago, el 20 de abril de 1851, que buscaba deponer al Presidente Manuel Bulnes. Cambiazo había sido alejado de las filas militares unos años antes en Valdivia, tras intentar asesinar a su esposa, de tan sólo 17 años. La falta de oficiales hizo que las autoridades lo reintegraran al servicio y lo destinaran a la colonia penal austral.
En la noche del 24 al 25 de noviembre, y estando bajo arresto por otro incidente, fue liberado por la guardia y con el concurso de toda la guarnición se apoderó del cuartel y de la plaza. Mezclada con los reclusos, la tropa saqueó los edificios e incendió la iglesia, el hospital y la gobernación. Al día siguiente, se apoderaron de la goleta británica "Elisa Cornish", que estaba a la gira en la bahía y cargaba un pequeño tesoro en barras de oro y plata con destino a un puerto inglés del Pacífico. Al igual que el capellán de la colonia, Fray Acuña, el gobernador Muñoz Gamero fue fusilado y los cuerpos de ambos fueron quemados en una hoguera. Punta Arenas fue abandonada por sus habitantes en enero de 1852, tras un certero ataque de los indígenas tehuelches, quienes terminaron de saquear y desmantelar cuanto encontraron a su paso. En 1874, desde Santiago se envió una nueva misión militar, al mando del sargento mayor Diego Dublé Almeyda, para que re-estableciera el orden y la prisión.
La paz no duraría mucho en Sandy Point, como llamaban los ingleses a la ciudad, porque en noviembre de 1877 se produjo un nuevo y violento motín de artilleros y prisioneros, debido al descontento por la severidad con que Dublé Almeyda ejercía el control de la colonia penal. Recibió este nombre porque fue quizás el único caso conocido en donde los carceleros llamados artilleros se confabularon con los mismos presos para amotinarse. Los amotinados alcanzaron a herirlo y huyó junto a su familia y parte de la población hacia los bosques cercanos para refugiarse. La llegada de la guarnición de la corbeta Magallanes le permitió regresar a Punta Arenas y enfrentar a los amotinados, quienes terminaron huyendo a territorio argentino.
Desde entonces, la ciudad se fue cimentando y como recuerdo de esos oscuros días se levanta la plaza Muñoz Gamero, que en su centro luce la mítica estatua al indio patagón y al colonizador.
Pese a estos sucesos, la voluntad de cimentar el esfuerzo colonizador sigue impulsando a las autoridades a favorecer la migración de colonos que supieran realizar diversos oficios que permitieran desarrollar la ciudad: la gente de Chiloé se dedicó a la caza de lobos de mar, la venta de las pieles, construcción de viviendas, y labores de ganadería y agricultura en huertos y estancias, pero hacían falta obreros y trabajadores para iniciar las obras del alumbrado eléctrico, el empedramiento de las calles, entre otras actividades.
De hecho es ya en el año 1870 cuando se inicia la migración de colonos europeos, especialmente de países fríos, como es el caso de suizos (alumbrado eléctrico), croatas (empedrados), alemanes e ingleses, entre otros. En las vitrinas podemos apreciar algunos objetos que ilustran el modo de vida de antaño, junto a diversas fotografías. Se aprecia una lavadora de madera que servía para lavar lana.
Igualmente, se exhiben documentos emitidos por los Consulados, objetos de oficina como tinteros, campanillas, plumillas, jarras para el agua o el vino, y un plano de la ciudad que fue dibujado el año 1851 por Benjamín Muñoz Gomero ( la plaza actual de nuestra ciudad lleva su nombre). Además se exhiben: un fusil, un sable, la caja toilette de Juan Williams R., catalejos, botellas de vidrio encontradas en naufragios en el Estrecho, brújulas, 1 ejemplar de la Primera Edición del Libro de Charles Darwin de 1833, una pipa holandesa, y una vasija de gran tamaño encontrada también en un naufragio.
Después de esta ilustradora reseña histórica que sigue la cronología que hemos venido desarrollando, es momento de pasar a la sala Consolidación de la Ciudad y Época de Oro.